MÓDULO I

Genero y Perspectiva de Género

SEXO - GÉNERO

Sexo: Características biológicas, anatómicas, fisiológicas y cromosómicas de los seres humanos que los definen como hombres o mujeres.

Género: El género se refiere a los roles, comportamientos, actividades, y atributos que una sociedad determinada en una época determinada considera apropiados para hombres y mujeres.

Además de los atributos sociales y las oportunidades asociadas con la condición de ser hombre y mujer, y las relaciones entre mujeres y hombres, y niñas y niños, el género también se refiere a las relaciones entre mujeres y las relaciones entre hombres.

Estos atributos, oportunidades y relaciones son construidos socialmente y aprendidos a través del proceso de socialización. Son especificas al contexto/época y son cambiantes.

El género determina qué se espera, qué se permite y qué se valora en una mujer o en un hombre en un contexto determinado. En la mayoría de las sociedades hay diferencias y desigualdades entre mujeres y hombres en cuanto a las responsabilidades asignadas, las actividades realizadas, el acceso y el control de los recursos, así como las oportunidades de adopción de decisiones. El género es parte de un contexto sociocultural más amplio, como lo son otros criterios importantes de análisis sociocultural, incluida la clase, raza, nivel de pobreza, grupo étnico, orientación sexual, edad, etc.

Tengamos en cuenta que, el género nos permite identificar y reflexionar sobre las diferentes formas en las que se interpreta qué representa el cuerpo de una persona en un momento histórico dado. Por eso, «ser mujer» o «ser varón» es una cuestión de género: es algo que se aprende y que está en permanente cambio.

El sexo se refiere a las características físicas y anatómicas de las personas de acuerdo con criterios genéticos, biológicos, físicos y fisiológicos. La diferencia entre los conceptos sexo y género radica en que el primero se concibe como un hecho biológico y el segundo como una construcción social.

ROLES Y ESTEREOTIPOS.

Roles y Expresión de género

El rol de género se forma en base a las normas y prescripciones que dictan la sociedad y la cultura sobre el comportamiento femenino o masculino. Si bien existen variantes según la clase social, etnia, edad de las personas, se puede establecer una división básica de roles de género, que corresponde a la división sexual del trabajo a saber: las mujeres al gestar, transitar el embarazo y el parto de los hijos e hijas, y por lo tanto el cuidado de ellos y ellas, en consecuencia lo maternal es femenino y se limita al ámbito privado o doméstico, en contraposición con lo masculino como perteneciente al ámbito de lo público. Por ejemplo a la mujer se le asigna el cuidado de los hijos e hijas, y encargarse de las tareas del hogar, en contraste al hombre se le ha asignado la tarea de ser el proveedor de la familia, es decir el rol tradicional de la mujer es el de ser cuidadora, mientras que el del hombre es el de ser proveedor.

Por consiguiente, los roles de género son los comportamientos (actividades, oficios para varones y mujeres) esperados de una persona dentro de la sociedad, es decir lo que esta persona “supuestamente” debería hacer, basados en su sexo.

Este conjunto de ideas o de características relacionadas con el sexo de las personas incluyen también la apariencia, la forma de hablar, los gestos, la vestimenta, es decir cómo se considera que debería ser una mujer o un varón, es lo que llamamos la expresión del género. Por ejemplo se espera que las mujeres y las niñas se vistan de forma “femenina”, que sean educadas, complacientes, maternales, tiernas, sensibles. A su vez se espera que los hombres sean fuertes, agresivos, intrépidos, proveedores, exitosos.

La dicotomía femenino-masculino, establece estereotipos rígidos, que limitan el desarrollo pleno de las personas.

Estereotipos

Los estereotipos de género son generalizaciones simplistas de los atributos de género, las diferencias y los roles de las mujeres y los hombres.

Algunas características estereotípicas sobre hombres los describen como: competitivos, codiciosos, autónomos, independientes, beligerantes, interesados en los bienes privados.

Los estereotipos paralelos sobre las mujeres las representan como: cooperadoras, acogedoras, atentas, comunicativas, orientadas al grupo, interesadas en los bienes públicos.

Con frecuencia los estereotipos se usan para justificar la discriminación de género más ampliamente y pueden reflejarse y reforzarse con las teorías tradicionales y las modernas, las leyes y las prácticas institucionales. Los mensajes que refuerzan los estereotipos de género y la idea que las mujeres son inferiores vienen en una variedad de «envases» —desde canciones y anuncios publicitarios hasta proverbios tradicionales.

Los estereotipos de género son modelos de conducta social que se imponen como únicos, lo cual restringe y limita la posibilidad de expresión de la diversidad, y deja por fuera la complejidad y heterogeneidad de las personasDentro de esas pautas transmitidas, que son entendidas como “naturales”, se reproducen las estructuras de poder y opresión entre las personas.

Por lo general estos estereotipos son rígidos e inflexibles. A su vez, generan una presión y un mandato social para cumplir con lo que establecen. Ejemplos de estereotipos nos brindan las publicidades que muestran a mujeres jóvenes, lindas, flacas, rubias; a mujeres en el rol de cuidado. A varones musculosos, «ganadores y exitosos». La pregunta es qué pasa con las otras mujeres y varones que no están dentro de ese molde, porque la sociedad es diversa y se compone de múltiples formas de ser y estar en el mundo.

LOS MANDATOS DEL LENGUAJE

SEXISMO EN EL LENGUAJE

Alda Facio y Lorena Fries en el trabajo “Feminismo, género y Patriarcado” en Género y derecho, Santiago de Chile, La Morada, 1999, nos dicen:

IV Patriarcado y sus Instituciones.

A. El Lenguaje Ginope:

“El lenguaje es un fenómeno social presente en casi todas las especies. Sin embargo en la especie humana es donde ha llegado a su mayor desarrollo: habilita y crea vida social. A través del lenguaje se ve reflejado el modelo de sociedad existente en un determinado lugar y en un período histórico específico. Ninguna sociedad vive al margen de su lenguaje sino más bien existe en él. De allí que todas las posibilidades de acciones y coordinaciones posibles entre los seres humanos estén registradas en el lenguaje y por lo tanto den cuenta de la realidad en que están viviendo los hombres y las mujeres de una determinada cultura. A la vez, el lenguaje también genera realidad en tanto constituye la principal forma de relacionarse con otros/as y de coordinar acciones para la convivencia entre unos y otros. Así, en una cultura en que el lenguaje no registra la existencia de un sujeto femenino podríamos concluir que o no existen las mujeres o éstas no son vistas como sujetos en dicha cultura. Al mismo tiempo el uso de un lenguaje que prescinde del sujeto femenino consolida y proyecta hacia el futuro una sociedad en donde la mujer no vale lo mismo que el varón«

En las sociedades patriarcales el lenguaje refleja estos dos efectos. Por una parte da cuenta de la situación de la mujer en la cultura patriarcal, y por otra la mantiene y reproduce. El poder de nombrar (es decir de crear y definir las palabras, de crear y definir las reglas gramaticales de un lenguaje determinado, de proporcionar a las cosas identidad, evocándolas y estableciéndolas como puntos de referencia o relacionándolas unas con otras) es el poder de conformar una cultura determinada, de establecer lo que existe y lo que no existe, lo que se considera natural y lo que no lo es, lo bueno y lo malo. El poder de la palabra es el poder de escoger los valores que guiarán a una determinada sociedad pero más aún es el poder de crear una determinada realidad.

A las mujeres nos han impedido ejercer este poder, poder que nos definiría como sujetos de una sociedad, sujetos que en la sociedades patriarcales no hemos sido. Una de las expresiones más claras del ejercicio del poder masculino en el lenguaje es el que progresivamente la voz hombre sirviera para denominar tanto al varón de la especie como a la especie toda y la creación El término institución se refiere a prácticas, relaciones u organizaciones establecidas en una sociedad cuya existencia es constante y contundente. de reglas gramaticales que permitieran que lo masculino pudiera tanto excluir como incluir/ocultar a lo femenino, mientras que relegan lo femenino a la categoría de «específico» y «particular» de ese sexo.

Aún en la actualidad, y a pesar de la lucha de las mujeres persisten formas de exclusión que se expresan en el impedimento a las mujeres a participar en las «reales» o no, academias de la lengua, que hasta hace muy poco tiempo estuvieron integradas exclusivamente por varones.

El diccionario es un buen lugar para comprobar la centralidad de lo masculino y la marginalidad de lo femenino. Por ejemplo los adjetivos están siempre en su forma masculina en los diccionarios de la lengua española, agregándoseles una «(a)» para las formas femeninas. Los nombres de los animales son otro ejemplo interesante:

CABALLO m. Animal solípedo doméstico.

YEGUA f. Hembra del caballo.

Con sólo estos dos ejemplos podemos comprobar que lo masculino es la norma o el paradigma y lo femenino es «lo otro» o lo que existe sólo en función de lo masculino o para lo masculino.

Con el diccionario no sólo comprobamos la centralidad de lo masculino sino que podemos comprobar que el lenguaje no es neutral sino que tiene una perspectiva claramente masculina y además presenta a las mujeres como seres inferiores o más cercanas a los animales. Como dice la mexicana Elena Urrutia, «acudiendo al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua… deducimos que la mujer es un ser débil, delicado, con afición al regalo y no apta para el trabajo. El hombre es todo lo contrario».

SEXO DEBILlas mujeres.

FEMENINO, NA: Débil, endeble.

AFEMINACION: Molicie, flojedad de ánimo.

AFEMINAR: Hacer perder a uno la energía varonil.

MOLICIE: afición al regalo, afeminación.

BLANDO: Afeminado y que no es fuerte para el trabajo.

SEXO FUERTE: Los hombres.

VARONIL: relativo al varón; esforzado, valeroso y firme. HOMBRADA: Acción propia de un hombre generoso y esforzado.

FUERTE: Animoso, varonil.«(Urrutia, Elena. Lenguaje y Discriminación, en Revista FEM, Vol. II, N°6, 1976, pag.8)

El diccionario también nos dice que «ser mujer» es «haber llegado una doncella a estado de menstruar» mientras que el «ser hombre» significa «valiente y esforzado» y que no es lo mismo ser una mujer pública que un hombre público ya que la primera es una ramera y el segundo es «el hombre que interviene públicamente en los negocios políticos.»

Con el diccionario también podemos ver como el patriarcado conceptualiza a la mujer como animal de sexo femenino mientras que el hombre es un ser racional. En castellano por ejemplo, hembra y macho, varón y varona no son términos complementarios unos de otros. «Hembra» es definida como «animal del sexo femenino» y también como sinónimo de «mujer», mientras que macho sólo es definido como «animal del sexo masculino» porque para la criatura racional del sexo masculino existe una palabra: varón. Y, aunque existe la palabra varona, ésta no es usada para responder a la pregunta de a qué sexo pertenece una determinada bebé. Más bien es usada en su segunda acepción como «mujer varonil».

Estas definiciones no sólo nos dan una pista de cómo nuestra cultura le atribuye a lo femenino características relacionadas con lo débil y poco apto para el trabajo, y entiende que para ser mujer sólo se requiere un hecho de la naturaleza mientras que para ser hombre se requieren virtudes humanas, sino que nos confirman que quién está definiendo es un hombre: «AFEMINAR: hacer perder A UNO la energía varonil.» Es obvio con esta definición que quienes definen las palabras se identifican como potenciales «víctimos» de la acción de afeminar, es decir, que esta definición está hecha desde la perspectiva de un hombre y no de una mujer, y menos aún desde la perspectiva de nadie como pretenden quienes quieren negar el androcéntrismo en el lenguaje. Para que esta definición fuese realmente neutral en términos de género, para que no fuera androcéntrica, tendría que haber sido escrita de otra manera, como por ejemplo, «hacer perder a los hombres su energía varonil.»

Desafortunadamente, no percibimos la parcialidad masculinista en estas definiciones precisamente porque los hombres y las mujeres estamos acostumbrados/as a que los hombres sean el paradigma de ser humano y que la masculinidad sea la centralidad misma alrededor de la cual giran todos los hechos y cosas y desde la cual se definen y valoran. En nuestras culturas, las mujeres no existimos, al menos no como protagonistas. Lo femenino existe sólo como la hembra de.

Si el lenguaje es una de las principales formas de comunicación –por medio de él se transmiten de generación en generación los hábitos culturales– no es de extrañar que las mujeres y lo femenino estemos invisibilizadas o marginadas del quehacer humano ya que el mismo lenguaje que utilizamos para comunicar esos hábitos culturales, se encarga de ocultarnos tras el género masculino, o por lo menos minimizarnos, relativizarnos o ridiculizarnos frente al sexo «fuerte». El lenguaje no sólo refleja y comunica los hábitos y valores de una determinada cultura sino que conforma y fija esos hábitos y valores. Como los hombres/varones han tenido el poder de definir las cosas, casi todo lo que está definido lo está desde su perspectiva. Como los hombres han tenido el poder de definir las cosas y los valores, casi sólo las cosas y valores que ellos han definido están aceptados como válidos en nuestra cultura y por ende, esta cultura es masculina o al menos, predominantemente masculina. Las mujeres, como seres humanas plenas y autónomas, no existimos en esta cultura masculina.

Recientemente varias lingüistas feministas han llamado la atención sobre el importante rol que juega el fenómeno de los términos «marcados» en la consolidación de lo femenino y las mujeres como «lo otro», lo no universal, lo particular y específico. Esta llamada de atención se basa en una crítica a la relación asimétrica entre dos categorías que son opuestamente complementarias la una de la otra dentro de una categoría más general.

Por ejemplo, los términos «hombre» y «mujer» sirven para contrastar los miembros masculinos y femeninos de la categoría más grande de «seres humanos»; y como tales se nos presentan como opuestos complementarios. Al mismo tiempo, el término «hombre», como ya lo sabemos, puede ser usado en un sentido más general para contrastar a la especie humana como un todo, de cualquier otra categoría. Así, los términos «hombre» y «mujer» también designan categorías que están en una relación jerárquica, debido a que uno de los términos puede ser utilizado para hacer referencia a la clase más amplia como un todo, en efecto, subsumiendo lo que es el término opuesto a un nivel más bajo de contraste. En este tipo de oposiciones, el término más general es el «no marcado» del par, mientras que el otro, el que tiene un sentido o una definición más restringida, es el «marcado» (Langland, Elizabeth. A Feminist Perspective in the Academy. The Difference It Makes.University of Chicago Press, Chocago,1983,pag.110) .

El término marcado es más específico mientras que el no marcado es general. Así la mujer es sentida como perteneciente al campo de lo específico y el hombre al campo de lo universal. Cuando esta «especificidad» o «particularidad» de lo femenino es llevada al campo de los derechos humanos, nos encontramos con el hecho de que el principio de igualdad es entendido como el deber de otorgarle a las mujeres los mismos derechos que tienen los hombres y no otros derechos que necesitamos las mujeres precisamente por ser personas subvaloradas. Los derechos que necesitamos las mujeres en tanto que personas subvaloradas, son entendidos como demasiado «específicos» para formar parte de los derechos humanos universales. Esto es grave.

USO DEL  GENÉRICO UNIVERSAL.

Una práctica frecuente del sexismo es generalizar en masculino, con lo que se incurre en el error de invisibilizar a las mujeres o las cualidades femeninas. Un buen número de sustantivos en español se utilizan con el género gramatical masculino para referirse a la totalidad de las personas presentes en una determinada situación. Existen diferentes opciones para evitar este uso:

a. Utilizar sustantivos colectivos no sexuados.

 

En lugar de

-El hombre ha creado sistemas…

-Los derechos del hombre

-Los ciudadanos

-Los campesinos

Usemos

-La humanidad ha creado sistemas…

-Los derechos humanos

-La ciudadanía

-Las personas que trabajan en el campo

 
Es importante tomar en cuenta que, en ciertos contextos, hay que emplear con cuidado algunas palabras colectivas, como niñez, ya que restan importancia a la distinción de ambos sexos. Es mejor usar niñas y niños cuando se quiera visibilizar a ambos sexos en situaciones concretas o mencionarlos en leyes y documentos legales.

 

b. Recurrir a la doble forma femenino-masculino cuando se considere conveniente.

 

En lugar de

-Hombres que trabajan en el cultivo de la tierra.

-Los investigadores han avanzado en la cura.

-Los niños tienen derechos.

Usemos

-Hombres y mujeres que trabajan en el cultivo de la tierra.

-Las investigadoras y los investigadores han avanzado en la cura.

-Las niñas y los niños tienen derechos.

 

Sustantivos.

Cuando se utilicen sustantivos con forma única, hay que tener en cuenta lo siguiente:

 

Los sustantivos comunes en cuanto al género

tienen una sola forma para referirse al género femenino y al masculino, por lo que la distinción se realizará con el artículo que se les anteponga

la/el pianista

el/la policía

la/el joven

el/la pediatra

la/el chef

 

 

Los sustantivos epicenos

tienen una forma única a la que corresponde un solo género gramatical. En este caso, el uso del artículo no varía, pero su empleo, en algunos casos, feminiza el contenido.

la víctima

la persona

la comunidad

la hormiga

el personaje

el vecindario

el pueblo el sujeto

 

Los sustantivos ambiguos

en cuanto al género admiten su uso en uno u otro género, sin que ello implique cambios de significado.

el/la mar

la/el radio

el/la lente

la sartén/el sartén

el maratón/la maratón

 
 

Uso de abstractos.

Otra práctica frecuente del uso sexista del lenguaje es hacer referencia a los cargos o puestos como si todas las personas que los ocupan fueran hombres, invisibilizando a las mujeres. Para corregir esto, se recomienda utilizar abstracciones que evitan nombrar al sujeto de la acción:

 

En lugar de

-Enviar los documentos a los coordinadores.

-Es responsabilidad de cada jefe de departamento.

-Se van a reunir todos los directores.

 

Usemos

-Enviar los documentos a las coordinaciones.

-Es responsabilidad de las jefaturas de departamento.

-Se van a reunir los y las titulares de las direcciones.

Si no se conoce el sexo de la persona a quien se hace referencia, evite el uso de los pronombres masculinos y utilice las palabras quien o quienes:

 

En Lugar de

-Será el juez el que lo determine.

-El supervisor emitirá su opinión.

Usemos

-Quien juzgue lo determinará.

-Quien supervise emitirá su opinión.

USO DE ARTÍCULOS Y PRONOMBRES.

Los artículos se pueden utilizar para enunciar la diferenciación de género sin repetir el sustantivo. Es recomendable alternar el orden de los artículos y cuidar la concordancia entre el último artículo con el sustantivo:

 

En lugar de

-Los enfermeros realizan una importante labor para la sociedad. Ellos son pieza clave de las estrategias preventivas de salud.

-Los periodistas se dedican a buscar información.

Usemos

-Los y las enfermeras realizan una importante labor para la sociedad. Ellas y ellos son piezas claves de las estrategias preventivas de salud.

Las y los periodistas se dedican a buscar información.

 

Cuando se considere necesario, y no implique repeticiones excesivas en la redacción, también se puede recurrir a la repetición del sustantivo, por ejemplo: los enfermeros y las enfermeras, las maestras y los maestros, las meseras y los meseros.

En relación con el uso de pronombres, deben considerarse las siguientes propuestas:

a. Sustituir el genérico universal por pronombres posesivos tales como: nos, nuestro, nuestra, nuestros, su, sus.

 

En lugar de

Es bueno para el bienestar del hombre

-El hombre debe cuidar el medio ambiente.

Usemos

-Es bueno para el bienestar de la humanidad.

-Es bueno para el bienestar de nuestra humanidad.

-Es bueno para nuestro bienestar.

-Debemos cuidar nuestro medio ambiente.

 

b. De igual forma, podemos usar los pronombres relativos quien y quienes, como se muestra a continuación:

 

En lugar de

-Los que participen en este proyecto

-Los que no asistan

-Los que tengan boleto podrán pasar

-El que suscribe

Usemos

-Quienes participen en este proyecto

-Quienes no asistan

-Quienes tengan boleto podrán pasar

-Quien suscribe

 

c. Y, finalmente, podemos usar los pronombres indefinidos de alguien, cualquiera y nadie.

 

En Lugar de

-Cuando uno hace un viaje.

-Ninguno de los chicos del grupo comparte mis ideas.

-Los asistentes podrán participar en la rifa.

Usemos

-Cuando alguien hace un viaje.

-Nadie del grupo comparte mis ideas.

-Cualquiera de los y las asistentes podrán participar en la rifa.

 

Una alternativa para evitar las generalizaciones en masculino es utilizar la tercera persona del singular (véase el primer ejemplo del cuadro siguiente), o bien, recurrir a formas impersonales, empleando el verbo en voz pasiva refleja, es decir, con el verbo conjugado en tercera persona precedido por la palabra se, como se muestra en el segundo ejemplo.

 

En lugar de

-Los participantes deberán enviar su currículum.

Usemos

-Le solicitamos que envíe su currículum al siguiente correo electrónico.

-Se solicita que envíe su currículum siguiente correo electrónico.

-Le solicitamos que envíe su currículum al siguiente correo electrónico.

-Se solicita que envíe su currículum al siguiente correo electrónico.

 

Uso de diagonales y paréntesis en los vocativos.

El uso de las diagonales o los paréntesis en los vocativos queda limitado a los formularios de carácter abierto, y no han de utilizarse en otros tipos de redacciones, en los cuales se debe favorecer siempre el uso de palabras incluyentes o el desdoblamiento en femenino y masculino, con el objetivo de fortalecer la visibilización de las mujeres.

 

En Lugar de

-Se ofrece trabajo a ingeniero/a.

Usemos

Se ofrece trabajo a profesional de la ingeniería.

-Se ofrece trabajo a ingenieras o ingenieros.

 

Uso de títulos académicos, cargos y ocupaciones.

Un error generalizado es mencionar los títulos académicos, cargos y ocupaciones en masculino, con lo que se continúa invisibilizando a las mujeres que los ejercen. Evite el uso del masculino cuando las profesiones y cargos se refieran a las mujeres, por ejemplo, la Real Academia Española acepta la utilización de la palabra presidenta, que se utiliza coloquialmente en algunos sectores.

 

En Lugar de

-La médico Teresa Peralta.

-Teresa Peralta, asesor del presidente.

-El presidente Ángela.

Usemos

-La médica Teresa Peralta.

-Teresa Peralta, asesora del presidente.

-La presidenta Ángela.

 

También hay que evitar el uso exclusivo del género gramatical femenino para las profesiones tradicionalmente asociadas con las mujeres. Una opción es anteponer la palabra personal al sustantivo:

 

En Lugar de

-Las secretarias.

-Las enfermeras.

-Las maestras.

Usemos

-El personal secretarial.

-El personal de enfermería.

-El personal docente.

 

La feminización de las palabras está determinada por los cambios en la realidad social y en el consenso de la comunidad de hablantes; para promoverlo, evite el uso exclusivo del masculino para nombres que tienen su correspondiente género femenino y use los artículos y concordancias correspondientes:

 

En Lugar de

-La senador Mayra Hernández.

-La juez Mayra Hernández.

-La jefe de sección Mayra Hernández.

-El ingeniero Mayra Hernández.

-La arquitecto Mayra Hernández.

Usemos

-La senadora Mayra Hernández.

-La jueza Mayra Hernández.

-La jefa de sección Mayra Hernández.

-La ingeniera Mayra Hernández.

-La arquitecta Mayra Hernández.

 

Uso de las formas de cortesía.

Hay un sexismo oculto en las formas de cortesía, ya que regularmente se emplea señorita y señora para referirse a la mujer soltera y casada, respectivamente; no obstante, para el hombre se ha utilizado señor, con independencia de su estado civil. En nuestro lenguaje, los hombres disponen de personalidad y respeto por sí mismos, mientras que las mujeres lo adquieren por su relación con ellos, es decir, depende de si están casadas o tienen algún otro parentesco. Asimismo, el término señora suele utilizarse para denotar una relación de subordinación y propiedad vinculada con el esposo, empleando el antenombre seguido del apellido del hombre, Señora de Pérez o Señora Pérez, situación inexistente en el caso de los hombres casados. Para evitar la preservación de las desigualdades y asimetrías entre mujeres y hombres en las formas de cortesía, se sugiere utilizar el término señora sin distinción de edad o estado civil, a manera de un vocablo de respeto para todas las mujeres, cuando el contexto de las formas de cortesía lo permita y tal como se hace en otros países. Asimismo, al referirse a una mujer casada, no debe utilizarse el apellido de su cónyuge ni usarse la preposición de.

 

En Lugar de

-Señora de Pérez.

-Señora Pérez.

-Érika Gómez de Pérez.

Usemos

-Érika Gómez.

-Señora Gómez.

 

Cuando se dirige una invitación a una pareja, suele emplearse Sr. Pérez y esposa o Sr. y Sra. Pérez, lo cual soslaya el hecho de que la mujer es una persona singular, independientemente su relación marital. En estos casos se recomienda incluir el nombre y apellido de las personas, antecedidos por las abreviaturas Sra. y Sr., o bien, referirse simplemente al nombre de cada uno de los cónyuges, como se muestra a continuación:

 

En Lugar de

-Sr. Pérez y esposa

-Sr. y Sra. Pérez

Usemos

-Sra. Gómez y Sr. Pérez

-Sr. Pedro Pérez y Sra. Érika Gómez

-Pedro Pérez y Érika Gómez

 

Uso de la arroba.

No utilice la arroba (@) para designar de manera indistinta a hombres y mujeres; no es un signo lingüístico y, en términos de un uso incluyente del lenguaje, nuestro idioma es rico en vocablos para recrear la igualdad y equidad entre las personas. Además, ese símbolo carece de sonido y no puede sustituir a las letras para representar un fonema. En algunas ocasiones se utiliza en mensajes publicitarios, pero no se debe utilizar en redacciones y escritos comunes.

El uso de la arroba coloca a las mujeres en un papel secundario o de subordinación en una visión masculina, que las deja sin ser percibidas, representadas, distinguidas y visualizadas en documentos públicos, y anula los significados femeninos de las palabras, como sustantivos y adjetivos.

 

En Lugar de

-Funcionari@s.

-Director@s.

-Maestr@s.

-Beneficiari@s.

Usemos

-Funcionarias y funcionarios.

-Directores y directoras.

-Las y los maestros.

-Las personas beneficiarias.

 

Significados sexistas.

Una de las dimensiones en las que el sexismo se cristaliza es a través los significados que se atribuyen a ciertas palabras o expresiones cuyos sentidos, explícita o implícitamente, refuerzan concepciones androcéntricas y excluyentes, ya que ocultan o menosprecian la presencia de lo femenino, o bien, refuerzan roles y estereotipos de género. Para evitar el sexismo y la exclusión en los significados que damos a las palabras o ideas que transmitimos es conveniente:

a. Estar alerta para evitar el uso sexista de palabras con un doble significado de género, como en los ejemplos que se presentan a continuación:

 

MUJERES

-Aventurera: prostituta.

-Mujerzuela: prostituta.

-Mujer pública: prostituta.

-Soltera: anda buscando, quedada.

HOMBRES

-Aventurero: osado, valiente, arriesgado.

-Hombrezuelo: hombrecillo.

-Hombre público: el que interviene en los negocios o la política.

-Soltero: codiciado.

b. Evitar reproducir la misoginia arraigada en la cultura cuando se hace referencia a ciertos comportamientos atribuidos a las mujeres:

  • El último en llegar es vieja.

  • Mujer al volante, peligro constante…

  •  

En este aspecto, es muy importante evitar el uso de refranes y dichos claramente excluyentes y sexistas:

  • Calladita te ves más bonita.

  • Mujer sin varón, ojal sin botón.

  • Al hombre de más saber, la mujer lo echa a perder.

  • La cobija y la mujer suavecitas han de ser

  • La mujer, cuando piensa sola, mal piensa.

c. Evitar el uso de estereotipos cuando se hace referencia a roles y tareas que desempeñan las personas.

 
 

En Lugar de

-Las madres deben vigilar que los hijos se laven las manos.

 

Usemos

-Padres y madres deben vigilar que sus hijos e hijas se laven las manos.

Los hábitos de higiene son una responsabilidad educativa de padres y madres.

USO DE IMÁGENES NO SEXISTAS.

Las imágenes también son parte del lenguaje y reproducen o amplían la carga sexista en el uso del mismo. En la mayoría de los casos, las imágenes que se utilizan en las instituciones públicas y privadas muestran:

Una división del trabajo entre hombres y mujeres: aquéllos en la economía, los deportes, la política; las mujeres en la casa o en empleos subordinados, cuidando a los demás.

Un modelo físico de mujer donde las protagonistas son jóvenes, blancas, delgadas y ricas, preocupadas sólo por su aspecto físico y desvalorizadas en sus capacidades intelectuales, invisibilizando a las mujeres de medios rurales, de alguna etnia, con pocos recursos económicos o con alguna discapacidad, entre otras.

Mujeres como objetos sexuales, asociadas a la publicidad de todo tipo de productos.

Mujeres que compiten con otras mujeres por la seducción y aprobación masculina.

Mujeres que son las únicas responsables de la salud sexual y reproductiva, así como del cuidado de niñas, niños y otros integrantes de la familia.

Mujeres revictimizadas en situaciones de violencia o procuración de justicia.

Como se observa, de forma reiterada se reproducen estereotipos que, en la mayoría de los casos, refuerzan relaciones desiguales y sesgos sexistas en las concepciones de lo humano. Algunos criterios que nos pueden orientar en el uso no discriminatorio del material visual con el que trabajamos son:

Presentar a mujeres y hombres participando en actividades de una manera libre de estereotipos, igualitaria y equivalente.

Mostrar a los hombres haciendo tareas del hogar y cuidando a niñas, niños y otros integrantes de la familia.

Presentar a mujeres y hombres haciendo trabajos de limpieza y cuidado del hogar o utilizando productos asociados con esas actividades.

Desasociar a las mujeres de los roles de limpieza y cuidado del hogar y de las estrategias de publicidad y mercadotecnia de todo tipo de productos relacionados con ellos.

Presentar a las mujeres en el mundo público, la vida económica y la participación política.

Incluir de forma igualitaria y equivalente a las mujeres y a los hombres en espacios profesionales prestigiados social y económicamente.

Evitar imágenes de hombres en actitud de superioridad y representar la igualdad de capacidades entre mujeres y hombres.

Mostrar a las mujeres con metas personales y voluntad propia.

Eliminar la presentación de las mujeres como recompensas del éxito masculino o de sus prácticas de consumo.

Evitar el uso del sexo para fines comerciales. “El sexo vende” es una frase muy trillada en el ambiente de la publicidad. Es necesario derribar ese paradigma para no cosificar el cuerpo de la mujer y verlo como un objeto sexual.

Mostrar la diversidad de mujeres que existe.

Evitar el humor que denigre o discrimine como recurso publicitario, por ejemplo, no usar términos como el indio, la chacha, el maricón, pues son estereotipos que la cultura mexicana utiliza con frecuencia para provocar una risa fácil, pero que denigran a las personas.

Eliminar la representación de todo tipo de conductas discriminatorias y estereotipos.

Se recomienda no censurar las imágenes de lactancia materna en público. Existe discriminación y violencia hacia mujeres que amamantan en público, pues algunas personas, por desconocimiento y prejuicios, consideran esa actividad como exhibicionista e indecente, y amedrentan a las mujeres que la realizan, cuando se trata de una actividad natural. Es importante señalar que en algunos países se protege la lactancia materna en público.

 

Población lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual (LGBTTTI).

Las expresiones excluyentes para referirse a esta población reflejan y refuerzan la hegemonía de la heterosexualidad frente a las otras expresiones de la diversidad sexual, la cual abarca a toda la gama de orientaciones, preferencias, expresiones e identidades relacionadas con la sexualidad humana e incluye a la heterosexualidad; por ello es importante reconocer que el uso de las siglas LGBTTTI enfatiza y visibiliza a aquellas identidades que históricamente han sido discriminadas por un orden heteronormativo y patriarcal. Para nombrar a la población LGBTTTI se recomienda tomar en cuenta los siguientes usos:

 
En lugar de

-Personas con preferencias distintas a la heterosexual

Usemos

Población lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual (LGBTTTI)

En Lugar de

Amanerado

-Afeminado

-Machorra

-Bicolor

-Bicicleto

-Dobletero

Usemos

-Persona homosexual

-Hombre homosexual

-Persona Gay

-Hombre Gay

-Persona lesbiana

-Mujer homosexual

-Mujer lesbiana

-Persona bisexual

-Hombre bisexual

-Mujer bisexual

 

La transexualidad y la transgeneridad son condiciones inherentes a las personas, por lo que no es necesario decir “mujer transgénero” u “hombre transexual”, a menos que se justifique resaltar esa condición. Por ejemplo, basta decir: “Esther, la mujer que trabaja en mi oficina”, en lugar de: “Esther, la mujer transexual que trabaja en mi oficina”. Se recomienda utilizar la identidad sexo-genérica que la persona ha elegido expresar y no el sexo de origen.

 

En Lugar de

-Hermafrodita

Usemos

-Persona intersexual

 

IDENTIDAD DE GÉNERO,

La identidad de Género es la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la experimenta profundamente, la que podría corresponder o no con el sexo asignado al momento de nacer, incluyendo la vivencia personal del cuerpo, que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de técnicas médicas, quirúrgicas o de otras formas, y otras expresiones de género como la vestimentas, el modo de hablar y los modales.

Alude a la percepción subjetiva que un individuo tiene sobre sí mismo en cuanto a su propio género que como dijimos, puede o no coincidir con su sexo (autopercepción). Existen diversas formas de vivir el género.

Si la identidad de género de una persona se corresponde con su sexo biológico, es decir una mujer que se identifica con el género femenino, o un varón con el género masculino, se dice que esa persona es cisgénero.

El Transgenerismo (Personas Trans) es un término empleado para describir las diferentes variantes de la identidad de género, cuyo común denominador es la no conformidad entre el sexo biológico de la persona y la identidad de género que ha sido tradicionalmente asignada a este. Una persona trans puede construir su identidad de género independientemente de intervenciones quirúrgicas o tratamientos médicos. Existe un cierto consenso en referirse a las personas transgéneros, como mujeres trans cuando el sexo biológico es de hombre y la identidad de género es femenina; hombres trans cuando el sexo biológico es de mujer y la identidad de género es masculina; o persona trans cuando no existe una convicción de identificarse dentro de la categorización binaria masculino-femenino. El transgenerismo se refiere exclusivamente a la identidad de género del individuo y no a su orientación sexual, que por lo tanto puede ser heterosexual, homosexual o bisexual.

Las personas Transexuales (transexualismo) se sienten y se conciben a sí mismas como pertenecientes al género opuesto que social y culturalmente se asigna a su sexo biológico y que optan por una intervención médica hormonal, quirúrgica o ambas, para adecuar su apariencia física-biológica a su realidad psíquica, espiritual y social.

Otra subcategoría de transgenerismo no necesariamente implican modificaciones corporales. Es el caso de las persona Travestis. En términos generales las personas travestis son aquellas que expresan su identidad de género (y sea de manera transitoria o permanente) mediante la utilización de prendas de vestir y actitudes del género opuesto que social y culturalmente se asigna a su sexo biológico. Ello puede incluir o no la modificación de su cuerpo.

La identidad de género no siempre es expresada o exteriorizada, por eso es importante tener en cuenta que la identidad de género no es lo mismo que la expresión de género. Muchas personas trans, por diferentes razones, mantienen su expresión de género en concordancia con su sexo biológico y aun así se consideran como personas trans, ya que sienten que su identidad de género no se corresponde con su sexo biológico. Hay mujeres trans que nacieron varones y siempre se identificaron con el género femenino, pero vivieron la mayor parte de su adultez como hombres, y recién comenzaron a expresarse en el género femenino, cambiando su nombre, siendo ya mayores.

Pero también, en el sentido opuesto, la expresión de género no siempre determina la identidad de género de las personas, ya que hay personas que en algunas circunstancias se expresan en un género diferente a su sexo biológico, sin ser personas trans. Este es el caso de los transformistas, cuya identidad de género si se corresponde con su sexo biológico, o sea que son cisgenero, pero sin embargo con fines artísticos lucen una apariencia identificada con el género femenino.

La intersexualidad integra a las personas que poseen características genéticas de hombres y mujeres y se ha definido como “todas aquellas situaciones en las que el cuerpo sexuado de un individuo varía respecto al estándar de corporalidad femenina o masculina culturalmente vigente. Históricamente la comprensión de esta identidad biológica especifica se ha denominado a través de la figura mitológica del hermafrodita, la persona que nace “con ambos sexos”, es decir, literalmente, con pene y vagina. En la actualidad, tanto en el movimiento social LGTBI , como en la literatura médica y jurídica se considera que el termino intersex es técnicamente el mas adecuado. Una persona intersex puede identificarse como hombre, como mujer o como ninguno de los dos mientras su orientación sexual puede ser homosexual, bisexual o heterosexual.

Géneros no binarios Hay personas que no se identifican con el género masculino, ni femenino. Se pueden identificar con no tener ningún género en absoluto, tener ambos géneros, tener una tercera identidad, o una identidad que cambia con el tiempo.

 

ORIENTACIÓN SEXUAL

La orientación sexual es independiente del sexo biológico o de la identidad de género; se refiere a la capacidad de sentir una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente al suyo, de su mismo género o de más de un género, así como de la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con personas. Es un concepto complejo cuyas formas cambian con el tiempo y difieren entre las diferentes culturas.

Existen tres grandes tipologías de orientación sexual:

La Heterosexualidad: Hace referencia a la capacidad de una persona de sentir una profunda atracción emocional , afectiva y sexual por personas de un género diferente a suyo y a la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas.

La Homosexualidad Hace referencia a la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional afectiva, y sexual por personas de un mismo género y a la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas. Se utiliza generalmente el término lesbiana para referirse a la homosexualidad femenina y gay para referirse a la homosexualidad masculina.

La Bisexualidad Hace referencia a la capacidad de una persona de sentir una profunda atracción afectiva, emocional y sexual por personas de un género diferente al suyo o también de su mismo género, así como a la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas.

Bibliografia en Identidad de Género y Orientación Sexual: “Orientación sexual e identidad de género en el derecho internacional de los derechos humanos. Naciones Unidas.Derechos Humanos.Oficina del Alto Comisiaonado.America del Sur.Oficina Regional.web:http//acnudh.org/www.ohchr.org. Twitter:/onu_derechos. Facebook:/Onudh

 

LA DIVISIÓN DEL TRABAJO POR GÉNERO

La división del trabajo por género se refiere a cómo se reparte el trabajo en la sociedad en función del género, actúa como una barrera invisible que determina lugares, roles y posiciones diferenciadas, según el género de las personas.

 

Por ejemplo, en una división del trabajo por género tradicional, las mujeres se dedican a tareas de cuidado en el espacio privado en el hogar (Trabajo Reproductivo) mientras que los varones ofician de proveedores del hogar y realizan sus tareas en el espacio público (Trabajo Productivo).

 

TECHO DE CRISTAL« es una metáfora que ha sido utilizada para describir las barreras invisibles («de cristal») a través de las cuales las mujeres pueden ver las posiciones de élite, por ejemplo en el gobierno o el sector privado, pero no las pueden alcanzar (se lo impide el «techo» invisible). Esas barreras impiden que grandes cantidades de mujeres y minorías étnicas consigan y se aseguren los empleos más poderosos, prestigiosos, y mejor pagados del mercado laboral

Trabajo Productivo

1-Ámbito Público.

2-Producen bienes o servicios con un valor de cambio.

3-Tiene valor económico.

4-Es remunerado y visible.

5-Se realiza en interacción con otras personas.

6-Se requiere formación

Trabajo Reproductivo

1-Ámbito Privado – Doméstico

2-Acciones de cuidado de personas.

3-No se reconoce valor económico

4-No es remunerado

5-Se realiza por lo general en soledad

6-Basta con ser mujer para saber qué y cómo cumplir con las tareas domésticas.

Piso pegajoso

Son las barreras socioculturales que relegan a las mujeres a dedicarse a la familia y al hogar y les dificulta independizarse y trabajar fuera del hogar.

 

INTERSECCIONALIDAD

La interseccionalidad es un concepto que nos ayuda a entender que el género, cuando se cruza con otras variables, tales como la orientación sexual, etnia, la educación, la clase social, o la edad, incrementan la vulneración a las que están expuestas las mujeres o identidades disidentes. Cuando el género se cruza con otras variables que incrementan la vulneración se denomina «interseccionalidad.

Lo vemos con un ejemplo?

Cuando una mujer en silla de ruedas va a buscar trabajo enfrenta por un lado, las mismas dificultades que otras mujeres – como ser si es madre o tiene niños/as a cargo que se lo pregunten en una entrevista y esto funcione como “filtro” para acceder a un empleo- y, a su vez, enfrenta las barreras propias de toda persona con discapacidad como ser que los edificios no sean accesibles y que las personas que la entrevisten consideren que su discapacidad de por sí es un impedimento para desarrollar tareas – aun cuando estas no tengan relación alguna con el desempeño físico-.

 

PATRIARCADO :

Forma de organización social, política y económica que se basa en la autoridad del varón, y la dominación masculina sobre la mujer. Construcción socio cultural, que otorga al hombre predominio, autoridad y ventajas sobre la mujer, quien queda en una relación de subordinación y dependencia.

 

MACHISMO:

Es la actitud o manera de pensar que sostiene que los varones son superiores a las mujeres. Se trata de un conjunto de prácticas, comportamientos y dichos que resultan ofensivos contra las mujeres y otras identidades.

Diferencias El machismo es atribuible a las personas, mientras que el patriarcado al sistema de organización social

 

MICROMACHISMOS

El término Micromachismos designa a las sutiles e imperceptibles maniobras y estrategias de ejercicio del poder de dominio masculino en lo cotidiano, que atentan en diversos grados contra la autonomía femenina. Hábiles artes, trucos, tretas y manipulaciones con los que los varones intentan imponer a las mujeres sus propias razones, deseos e intereses en la vida cotidiana.

El término fue propuesto por Luis Bonino Méndez, Médico Psiquiatra y Psicoterapeuta, quien desarrolló actividades en los ámbitos de la Salud Mental y las problemáticas de género, así como en la promoción de la igualdad entre mujeres y varones.

Resulta interesante compartir un Artículo de su autoría, publicado en la Revista La Cibeles N° 2 del Ayuntamiento de Madrid, en noviembre 2004:

Los Micromachismos

Actualmente la mayoría de los varones ya no ejercen un machismo puro y duro, ni siquiera son especialmente dominantes con las mujeres, al menos en el mundo llamado «desarrollado». Si imagináramos una línea continua en la que en un extremo colocáramos a los varones en los que predominan los comportamientos violentos, dominantes y des-igualitarios y en el otro a aquellos que se caracterizan por sus comportamientos pacíficos, respetuosos e igualitarios, ubicaríamos a la mayoría de los hombres alejados del primer extremo. Sin embargo, todavía hoy, no podríamos situar a la mayoría de los varones, aún los más progresistas, en el otro extremo de esa línea, debido al elevado número de comportamientos de control y dominio de “baja intensidad” naturalizado, legitimado e invisibilizados que ejecutan impunemente, con o sin conciencia de ello. Comportamientos sexistas que están asentados en la vieja y aún no totalmente deslegitimada «autoridad» sobre las mujeres que, aunque no lo confiesen, la mayoría de los varones se siguen auto adjudicando.

Desde hace tiempo, vengo trabajando en el ámbito del estudio de las relaciones de género, y desde allí llevo observando, señalando y describiendo algunos de esos comportamientos, que son obstáculos y también resistencias para la igualdad con las mujeres en lo cotidiano. Me refiero a los “pequeños” y cotidianos controles, imposiciones y abusos de poder de los varones en las relaciones de pareja, al que diversos autores y autoras (Miller, Bourdieu, Glick, Castañeda, etc.) han llamado pequeñas tiranías, terrorismo íntimo, violencia “blanda” ”suave” o de “muy baja intensidad”, tretas de la dominación, machismo invisible o sexismo benévolo, y yo, desde 1990 he denominado ”micromachismos” (en adelante mM). Comportamientos, que son especialmente invisibles y ocultos para las mujeres que los padecen.

Los mM son actitudes de dominación “suave” o de «bajísima intensidad», formas y modos larvados y negados de abuso e imposición en la vida cotidiana. Son, específicamente, hábiles artes de dominio, comportamientos sutiles o insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente. Son de tipo “micro”-tomando un término de Foucault-, del orden de lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia Ahora que la «grandes» violencias y dominaciones masculinas se están deslegitimando socialmente cada vez más, probablemente sean las armas, trucos, tretas y trampas más frecuentes que los varones utilizan actualmente para ejercer su «autoridad» sobre las mujeres, ocupando gran parte del repertorio de comportamientos masculinos «normales» hacia ellas. Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales y corporales incorporados y automatizados en el proceso de “hacerse hombres”, como hábitos de funcionamiento frente a las mujeres. Otros en cambio sí son conscientes, pero de una u otra forma, los varones son expertos en su ejercicio por efecto de su socialización de género. Aun los mejor intencionados y con la auto percepción de ser poco dominantes los realizamos, ya que son parte del repertorio masculino de modos de estar y afirmarse en el mundo, cumpliendo los designios del proyecto existencial propuesto por el predominante modelo social de masculinidad hegemónica (en adelante MH)

Es indudable que para favorecer el desarrollo de vínculos igualitarios y saludables es necesario erradicar del funcionamiento masculino estos comportamientos. No basta cuestionar la ideología y el modelo en que se sustentan (el machismo y la MH), sino que es importante visibilizarlos, deslegitimarlos y eliminarlos en lo cotidiano, puesto que sólo cambiando las prácticas cotidianas, la igualdad y la calidad de vida saludable formales pueden vivirse como realmente existentes. Nombrarlos y hacerlos visibles es un primer paso en este camino y a ello dedicaré las siguientes líneas.

Referirme a los mM con el nombre que he elegido, tanto como nombrarlos como «pequeños»,»suaves» o de «bajísima intensidad», alude por contraste, a los abusos «macromachistas» «grandes» «duros» o de «alta intensidad», los únicos que socialmente son aún visibles como ejemplos de la llamada violencia basada en el género (VBG), de la cual, aunque pueda parecer exagerado decirlo, también los mM son una expresión. Y lo son porque, cómo los «grandes» abusos, son abusos que se realizan sobre las mujeres por el hecho de serlo. Abusos asentados en una creencia masculina procedente del modelo de MH que lleva a que los varones a sentirse superiores y a dar por sentado que la mujer debe estar disponible y alservicio de los propios deseos, placeres y razones. Y que desde esa posición y para asegurarla, es lícito utilizar diversos procedimientos de control e imposición. Ese disponer de la mujer es una de las prerrogativas, ventajas, o privilegios incuestionables que muchos varones aun creen merecer de forma natural e incuestionable. De ella derivan muchas otras tales como el sentirse con derecho a estar disponibles para sí sin rendir cuenta, a tener la razón sin demostrarlo, a no ser opacado por una mujer, a ser reconocido en todo lo que hacen, y a que lo suyo no quede invisibilizado, a ser escuchado y cuidado, a aprovecharse del tiempo de trabajo doméstico femenino y por supuesto a forzar e imponerse para conseguir los propios objetivos. Desde este punto de vista, los mM son unos de los modos masculinos más frecuentes de ejercer, no sólo abuso sino la defensa de estos privilegios de género.

Al comenzar a reflexionar ellos hace ya doce años sobre los mM, los definía fundamentalmente como maniobras mas o menos puntuales en lo cotidiano, enfatizando como básico su carácter de imperceptible, en este caso dado su «pequeñez» -micro-. Sin embargo, y apuntando a este carácter básico, en los últimos años he incluido también en esta definición a otros comportamientos que también son imperceptibles o invisibles –micro-, aunque no por ser «pequeños» sino debido fundamentalmente a su normalización que los vuelve invisibles aunque no sean «pequeños». Así he ido describiendo otros mM no puntuales, algunos consistentes en estrategias más o menos globales de comportamiento, y otros caracterizados por la instalación firme en las posiciones ventajosas adjudicadas a los varones en las relaciones de género con aprovechamientos acríticos de ellas. Estos últimos son muchas veces la estructura que sostiene las maniobras puntuales. Dada su invisibilidad, los mM son inadvertidos culturales que se ejercen generalmente con total impunidad produciendo efectos dañinos que no son evidentes al comienzo de una relación y que se van haciendo visibles a largo plazo, produciendo diversos grados de malestar y daño. Atentan especialmente contra la democratización de las relaciones ya que se utilizan para mantener la asimetría en las relaciones de género en provecho del varón. Estos comportamientos limitantes se ejercen -intentando imponer la lógica de vida masculina-, sobre la autonomía personal y la libertad de pensamiento y comportamiento femeninos.

Todos los mM son comportamientos manipulativos que básicamente inducen a la mujer a la que son destinados a comportarse de un modo que perpetúa sus roles tradicionales de género, con el interés no expresado de conservar la posición superior y de dominio, intentando mantener mayores ventajas, comodidades y derechos (a la libertad, a tener razón, al uso del tiempo y el espacio, a ser cuidado y a des-implicarse de lo doméstico entre otros), y colocando a ellas en un lugar de menos derecho a todo ello. Para intentar mantener esta posición, los varones se sirven de diferentes métodos que pueden servir para clasificar (y con ello visibilizar) estos comportamientos. Podemos describir así cuatro categorías de mM. Vayamos a ellas:

-Los mM utilitarios, que fuerzan la disponibilidad femenina usufructuando y aprovechándose de diversos aspectos «domésticos y cuidadores» del comportamiento femenino tradicional, para aprovecharse de ellos. Se realizan especialmente en el ámbito de las responsabilidades domésticas.

-Los mM encubiertos, que abusan de la confianza y credibilidad femenina ocultando su objetivo.

-Los mM de crisis que fuerzan la permanencia en el statu quo des-igualitario cuando éste se desequilibra, ya sea por aumento del poder personal de la mujer, o por disminución del del varón.

-Los mM coercitivos que sirven para retener poder a través de utilizar la fuerza psicológica o moral masculina.

Todos, a su modo, buscan disminuir la libertad de elegir y decidir femenina. El objetivo masculino de conservar la posición ventajosa, diferencia claramente a los mM de las manipulaciones «femeninas» que muchas mujeres realizan. Ellas, habitualmente, y a diferencia de los varones, muchas veces se comportan manipulativamente, pero especialmente para romper una posición de subordinación o, para dentro de ella conseguir más influencia, poder, o ejercer derechos que les son negados o que no creen tener derecho a tener, y no como los varones que, en los mM manipulan para conservar su posición. Existe una enorme variedad de mM. A continuación nombraré algunos de estas categorías, con la esperanza de que hacerlo, permita a las personas lectoras ir descubriendo su propio catálogo de mM sufridos (ellas) o ejercidos (ellos), y establecer actitudes de resistencia (ellas) o autocrítica (ellos) a estos comportamientos.

Como nombraba anteriormente, tenemos en primer lugar a los mM utilitarios, caracterizados por eso, por su índole utilitaria. Son estrategias de imposición de sobrecarga por evitación de responsabilidades, y su efectividad está dada no por lo que se hace, sino por lo que se deja de hacer y que se delega en la mujer, que así pierde energía vital para sí. Algunos mM de esta categoría son: la no responsabilización sobre lo doméstico (ya sea ninguna, la ayuda, o el ventajismo), y el aprovechamiento y abuso de las capacidades «femeninas» de servicio (la naturalización y aprovechamiento del rol de cuidadora, la delegación del trabajo del cuidado de vínculos y personas, los requerimientos abusivos solapados o la negación de la reciprocidad)

En segundo lugar se encuentran los mM encubiertos Se caracterizan por su índole insidiosa, encubierta y sutil, razón por la que son muy efectivos. Aunque el objetivo del varón que los ejerce es claro -dominio, imposición de las “verdades” masculinas y forzamiento de disponibilidad de la mujer para mantener las cosas en la dirección elegida por él-, éstos son ocultados tras «otras razones. Llevan la mujer a coartar sus deseos y a hacer lo que no quiere. Estos Mm son los más manipulativos, y por sus características de encubiertos, la mujer no suele percibirlos, aunque es “golpeada” psicológicamente por ellos con diversas intensidades. Algunos muestras de estos mM son: la creación de falta de intimidad (comportamientos activos de alejamiento, con los que el varón intenta controlar las reglas de juego de la relación a través de la distancia: silencio, aislamiento y malhumor manipulativo, avaricia de reconocimiento y disponibilidad ), la seudo intimidad y seudo comunicación (la comunicación defensiva-ofensiva, los engaños y mentiras, la actitud seudo negociadora),el paternalismo, las inocentizaciones (consistentes en declararse sin responsabilidades –es decir inocente-, en cuanto a la producción de disfunciones y desigualdades en lo cotidiano, tales como la inocentización culpabilizadora/condenatoria de la mujer o diversas formas de autoindulgencia y auto justificación -hacerse el tonto o el bueno, impericias y olvidos selectivos, minusvaloración de los propios errores, echar balones fuera-)

Existen también los mM de crisis que se utilizan en períodos en los que el estable disbalance de poder en las relaciones de pareja entra en crisis y se desequilibra en dirección a una mayor igualdad, tanto debido a un aumento de la autonomía femenina, como por una disminución del la sensación de control y dominio del varón debido, por ejemplo, a razones de pérdida laboral o de limitación física. Generalmente estas situaciones de cambio se acompañan de reclamos por parte de la mujer de mayor igualdad en la relación. El empleo de estos comportamientos tiene por objetivo evitar el cambio de statu quo, retener o recuperar poder de dominio, eludir el propio cambio o sosegar los propios temores a sentirse impotente, inferiorizado, subordinado o abandonado (que son los temores con los que los varones, desde la socialización genérica, suelen reaccionar ante las relaciones igualitarias con las mujeres) . Ejemplos de estos mM son: el hipercontrol, el seudo apoyo, la resistencia pasiva, el refugio en la crítica al estilo «femenino» de reclamo, el prometer y hacer méritos, el victimizarse, el dar pretextos, o «darse tiempo» para el cambio.

En último lugar nos encontramos con los mM coercitivos. Su característica particular es que en ellos el varón usa la fuerza (no la física sino la moral, la psíquica, la económica o la de la propia personalidad) de un modo “directo”, para intentar doblegar a la mujer, limitar su libertad, expoliar su pensamiento, su tiempo o su espacio, y restringir su capacidad de decisión. Muchos de los mM que, cuando comencé a escribir sobre ellos había incluido en esta categoría (el control del dinero o la intimidación por ejemplo) hoy ya no lo están, porque el trabajo social de estos últimos años en la visibilización de las formas no físicas del maltrato hacia las mujeres, ha logrado que ya puedan ser incluidos en la lista de los maltratos psicológicos. Algunos ejemplos de esta categoría: las coacciones a la comunicación, el uso expansivo -abusivo del espacio y del tiempo para sí, la insistencia abusiva para lograr fines, la apelación a la “superioridad” de la lógica «masculina»

 

Efectos de los micromachismos

Aunque uno a uno los mM pueden parecer intrascendentes y banales, su importancia deriva de su uso combinado y reiterativo. que crea un clima más o menos “tóxico” de agobio y mortificación, que sutilmente va encerrando, coartando o desestabilizando en diferentes grados, atentando así contra la autonomía personal y la integridad psicológica de la mujer si ella no las descubre (a veces pueden pasar años sin que lo haga), o no sabe contramaniobrar eficazmente. Los mM van creando así las condiciones para perpetuar la disponibilidad de la mujer hacia el varón, y evitar lo inverso.

Una de las razones de la gran eficacia de los mM es que, dada su casi invisibilidad van produciendo un daño sordo y sostenido a la autonomía femenina que se agrava en el tiempo. Al no ser coacciones o abusos evidentes es difícil percibirlos y por tanto oponer resistencia y adjudicarle efectos, por lo que cuando éstos se perciben, no suelen reconocerse como producidos por estas trampas manipulativas Independientemente de las particularidades de cada mujer los mM generan efectos comunes en ellas -no muy diferentes aunque de menos intensidad-, a los efectos de formas más importantes de abuso. Entre estos efectos, que repercuten en la calidad de vida femenina destacan:

-Sobreesfuerzo psicofísico, con agotamiento de las reservas emocionales y de la energía para sí y para el desarrollo de los intereses vitales.

-Inhibición del poder personal, con una parálisis o retroceso del desarrollo personal, limitación de su libertad y aumento de actitudes defensivas y de queja ineficaz, con utilización de los “poderes ocultos” (la «mano izquierda» que usan habitualmente quienes no se sienten legitimados para usar «la mano derecha»)

-Inhibición de la lucidez mental (“tontificación”) con bloqueo o disminución de la valentía, la crítica, el pensamiento y la acción eficaces, la protesta válida, y el proyecto vital.

-Deterioro variable de la autoestima y de la auto-credibilidad, con aumento de la desmoralización y la inseguridad, y aparición de sentimientos de incompetencia, derrota, distancia emocional o impotencia

-Malestar difuso, irritabilidad crónica y un hartazgo “sin motivo” de la relación, de los cuales las mujeres se culpan, por no percibir su origen.

En la relación de pareja, el entramado de las estrategias micromachistas lleva a:

-Una perpetuación de los disbalances en el ejercicio de poderes favoreciendo una relación asimétrica, no igualitaria, antidemocrática y disfuncional, donde la autonomía y desarrollo del varón se realiza a costa de la mujer.

-Un encarrilamiento paulatino de la relación en dirección a los intereses del varón, ya que los mM provocan frecuentemente el “dejar hacer” femenino que permite que predominen los tipos de situaciones que el varón desea.

-El etiquetamiento de la mujer como “la culpable” de la crisis y/o deterioro del vínculo, cuando ella desea un cambio y él se niega a moverse hacia la igualdad en el ejercicio de derechos, o cuando ella se queja ineficazmente y el rápidamente se «inmuniza» no escuchando. A veces, la mujer percibe que algo anda mal en el vínculo y él lo niega. Al no poder clarificar la causa (que es generalmente el deterioro vincular derivado de la falta de igualdad relacional a la que los mM contribuyen), ella, por mandato de género tiende a auto-culparse y él, que no se reconoce como dominante, queda ubicado como inocente no responsable de la situación.

-Una convivencia no dialogante ni colaborativa, o guerra fría con transformación de la pareja en un lugar donde la mujer no puede relajarse, con un empobrecimiento variable de la relación, creándose el terreno favorable para otros abusos o para la ruptura de la relación.

 

Micromachismos y cambio

Los mM atentan, como otras formas de dominio sobre las mujeres, contra su libertad, su autonomía y su capacidad de elegir. Y esto, hoy en día, ya no puede tolerarse. Por ello los varones deberían (deberíamos) esforzarse por reconocer y modificar estos comportamientos y las mujeres conocerlos, y conocer sus efectos para resistirse a ellos y desenmascarar a quienes los ejercen. Es también necesario que los y las profesionales de la educación y la salud, sepan que estos comportamientos masculinos existen, los detecten, conozcan sus efectos y los jerarquicen como factores a incluir -para combatirlos- en sus estrategias de apoyo al bienestar y crecimiento de las personas. La puesta en evidencia de estos comportamientos y la percepción de los daños que producen, puede contribuir de modo efectivo a generar cambios en las mujeres y en sus sintomatologías efectos de los mM, así como a generar aumento de la responsabilización de los varones por el ejercicio y daño de sus actitudes en lo cotidiano.

La experiencia de trabajo con mujeres nos ha demostrado a algunos profesionales que trabajamos hace tiempo en favorecer en ellas el aumento en el grado de detección y comprensión de los mM, que esto les permite estar en mejores condiciones de:

-conocer las trampas sutiles masculinas para conservar su dominio, monopolizar el ejercicio de muchos derechos cotidianos, y encausar las cosas en su beneficio.

-reconocer el lenguaje de acción y manipulación -que no de palabras-, tan propio de los varones, y cuestionar la creencia tan arraigada que enuncia que la manipulación y la «mano izquierda» es un arma fundamentalmente femenina.

-ampliar y legitimar la percepción de los comportamientos masculinos de dominio que ellas sufren y que los varones generalmente no reconocen realizar.

-aprender a desenmascarar estos comportamientos, y aumentar las posibilidades de crear modos directos de inmunización, evitación y resistencia -ya que lo que se ve claramente puede ser mejor combatido-, y desmontar las coartadas masculinas, disminuyendo los comportamientos quejoso-confusos.

-disminuir la culpabilización inducida por estas maniobras Y con todo ello, recuperar su pensamiento y posibilidades de acción autónoma en la vida cotidiana de pareja.

La experiencia de trabajo con los varones, en cambio, nos ha mostrado que, para ellos reconocer la existencia y frecuencia de sus mM les supone todo un desafío, que puede ser un estímulo para una posición defensiva (¡no es para tanto!, o ¡yo no soy así!), pero también para un cambio hacia una mayor práctica igualitaria. Cambio, que en este contexto significa intentar la des-automatización/desactivación de dichos comportamientos. Para este cambio masculino es necesario lograr que los varones puedan estar dispuestos a una autocrítica sobre su ejercicio cotidiano y naturalizado de los «privilegios de género», una que no se excuse tras las ideas que el ejercicio del dominio no es algo consciente, que es difícil de modificar o que es un automatismo heredado, o que ellas también tienen comportamientos dominantes. Esta autocrítica puede nacer y estar guiada por varias motivaciones, pero una imprescindible es la del convencimiento sobre la injusticia y daño que produce sus comportamientos micromachistas. Si esta autocrítica es real, el paso siguiente para los varones será poner en juego un esfuerzo para el cambio pese a las dificultades y renuncias pertinentes, ya que la sola intención no basta. Será necesario además una reflexión que desmonte los elementos des-igualitarios de la socialización masculina asumida y en la que son criados (aquella que avala el auto-centramiento, la autoridad sobre las mujeres y por tanto la creencia en tener derechos sobre ellas), un cambio de deseos predominantes que desplacen al deseo de dominio tan arraigado en la mente masculina, y finalmente un entrenamiento en el cambio de actitudes hacia la igualdad y el respeto, no por beneficio propio sino para -por un sentido ético y de justicia-, no aprovecharse de las mujeres. Cualquier trabajo con varones requiere estos elementos Losmodos de hacerlo son varios, y el grupo de reflexión de hombres puede ser un laboratorio de reflexión-acción muy importante para ello.

Para finalizar, un pequeño truco dedicado a los varones para que puedan realizar una auto-detección de los propios mM en la pareja. El truco consiste simplemente, ante determinada situación vital en la que la mujer con la que está emparejado esté implicada, preguntarse: ¿lo que vale para mí, vale para ella? Si la respuesta es no, tendrá que aceptar que algo de la desigualdad está poniendo en juego. Y si agrega la pregunta, ¿Por qué no, y cómo logro salirme con la mía? podrá descubrir un comportamiento micromachista y su finalidad. Espero que para quienes se animen a realizarse esas preguntas estas líneas puedan ser un estimulante catálogo de auto-observación.

Para otros aspectos de la definición de los micromachismos puede consultarse: Sau, Victoria. (2001) Diccionario ideológico feminista II. Madrid:Icaria

Agradecimiento: A Susana Covas, feminista -y compañera de muchos años-, cuyo saber, claridad ideológica, coherencia existencial y «militancia» cotidiana, me siguen permitiendo conceptualizar temas como los de este artículo, a niveles de profundización a los que sólo no hubiera lllegado.

*Luis Bonino. Psicoterapeuta. www.luisbonino.com

Dirrector del Centro de Estudios de la Condición Masculina, de Madrid. www.cecomas.com “

ENFOQUE O PERSPECTIVA DE GÉNERO

El enfoque o la perspectiva de género es un punto de vista, una forma de mirar y explicar las relaciones sociales. Constituye una herramienta que nos ayuda a entender, contextualizar y visibilizar las relaciones desiguales entre las personas que se reproducen en la sociedad, y actuar, comprender y remediar estas inequidades.

A modo de síntesis, el enfoque de género es un marco conceptual necesario para la elaboración de propuestas antidiscriminatorias en el conjunto de programas, proyectos, planes y soluciones normativas, jurídicas, educativas y comunicativas, destinadas a subsanar las desigualdades existentes, pero también para prevenir su aparición en el futuro.

 

TRANSVERSALIZACIÓN DEL ENFOQUE DE GÉNERO

Transversalizar el enfoque de género significa incorporarlo de manera transversal desde el proceso mismo de diseño y desarrollo de las políticas públicas y sociales hasta su implementación dirigida a la ciudadanía.

Al incorporar el enfoque de género en el ámbito de las políticas públicas, se contribuye a desnaturalizar el conjunto de estereotipos y roles que condicionan el lugar que ocupan las personas en nuestra sociedad según su género. De este modo, es posible ir transformando las relaciones entre varones y mujeres, y revertir la desigualdad genérica.